Muchas leyendas existen entorno al desarrollo cultural de nuestros antepasados; pero hay una muy peculiar, que enseñan en las escuelas de Alemania en la cátedra de mitología.
Cuentan que Wotan vino acompañado de otros personajes, que lo ayudaron en su empresa de llevar sabiduría a los pobladores de América. Nadie explica su procedencia ni las causas que lo motivaron a elegir los territorios conocidos con los nombres de Chiapas y Tabasco. Wotan, dicen, fue el primer hombre enviado por Dios (o por los astronautas) para dividir y repartir esas tierras.
Como las tradiciones lo presentan, a veces como intermediario entre Dios y los hombres, mandatario de la sabiduría y el poder divinos, ora príncipe y legislador designado para dar a las tribus primitivas la religión, gobierno, leyes y artes, surge la duda entre los eruditos acerca de su identidad.
Podría tratarse de un solo personaje o de varios, que representando siempre el mismo oficio figuran con diferentes nombres en las mitologías de los pueblos. En algunos fue adorado con los títulos de corazón del pueblo o corazón de reino; otros se llamaban Kukumátz, Kukulkán y Quetzalcóatl, nombres que significan serpiente emplumada o serpiente adornada con plumas de quetzal. ¿Son estos nombres los de otros personajes o son una sola persona con cuatro nombres distintos?
Uno de los sabios que mayor preocupación ha dedicado a la investigación de las antigüedades americanas y que, según se afirma, ha corroborado originales logrando traducir muchas antiguas crónicas mexicanas, el presbítero Brasseur Bourgbourg, sostiene que la analogía de los personajes induce a creer que no hubo más que uno, al que aplicaron diversos nombres. Si bien de la comparación de las tradiciones tzendales, quichés y mexicanas se deduce que fueron dos: Wotan y Quetzalcóatl. Sea lo que fuere, añade el citado autor, lo cierto es que de ellos recibió la América Central los elementos de la civilización que sus sucesores habrían de desarrollar en alto grado.
En las tradiciones que han llegado hasta nosotros, se confunde con frecuencia el hombre del legislador con el de la divinidad, y bajo los dedos simbólicos envuelven la historia primitivas, aquél que sacó a los mesoamericanos de su estado salvaje y los condujo a una nueva existencia, el cual se identifica otras veces con el autor de la creación universal.
Empero, la unidad del Dios no prevaleció mucho tiempo entre ellos y rápidamente cayeron en la idolatría; unos tributaron honores divinos a los héroes, a los príncipes y guerreros ilustres; otros, a los astros o seres materiales. Se multiplicó el número de divinidades y llegaron hacer tantas, que su mitología se equipara a la de griegos y romanos. Como ellos, les rindieron homenaje y culto a vicios y virtudes, a seres fantásticos y a personajes históricos, a bienhechores y a monstruos de la humanidad.
Notables, aunque muy confusos, son dos textos relativos a la Creación; notables porque en ellos se trasluce una grandeza y majestad por no pocos pasajes que recuerdan la narración bíblica; confusos en extremo, porque en ellos se habla a la vez de creación y de la civilización o mejoramiento de los hombres, atribuyéndosela, ya sea a Dios o a los legisladores primitivos.
Esta circunstancia hace pensar seriamente, a los autores que sustentan la tesis de visitas cosmonautas en la antigüedad, que tal vez no fueran dioses sino extraterrestres los que impartieron los conocimientos a las tribus primitivas que poblaban hace miles de años nuestro continente.
Wotan escribió una especie de narración acerca del origen de los indios, de su inmigración a América y de su propia genealogía; dice allí descender de Ymos, de la raza Chan (la serpiente) y ser oriundo del país de Chivin. Estos datos han bastado para que infinidad de hombres de letras aseguren que Wotan fue astronauta, enviado por seres del espacio.
Wotan fue venerado en vida con el hombre de "corazón del pueblo".
Después de su muerte o desaparición, cuya época lugar se ignoran, se le siguió contando con el mismo nombre y en su memoria se erigieron estatuas y templos destinados a rendirle culto.
Las antiguas crónicas del ya mencionado manuscrito quiché proporcionan valiosos antecedentes acerca de las creencias religiosas de sus adoradores.
Cuentan que alzaban los ojos al cielo para observar la ley del Creador, que contemplaban con veneración la salida del sol y saludaban con invocaciones a la estrella matutina. La oración que habitualmente dirigían al cielo rezaba así: "¡Salve, Creador supremo!”¡Míranos, óyenos, Corazón del Cielo! ¡Corazón de la Tierra, no nos dejes; no nos abandones, Dios del cielo y de la Tierra!...”
Por su parte, Quetzalcóatl, nombre que fue traducido al idioma quiché por Kukumátz, envuelto en sagrado velo traía siempre consigo una divinidad protectora, a la que designaba con el hombre de Opu (el invisible) y de Yojualli Ehecatl (el viento nocturno). Además rendía el culto en medio de las tinieblas con terrorífico alarde y cuentan que se levantaba a medianoche y entre sonidos de cuernos marinos, le ofrecía espinas de aloe.
Luis Ramírez Reyes
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ResponderEliminarSandra Sánchez Romero